POR: ANEURIS HERNÁNDEZ
La reciente elección de Danilo Medina como presidente del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ha generado un intenso debate dentro y fuera de la organización. Sin lugar a dudas, esta decisión representa un grave error que podría terminar de hundir al legado del partido fundado por Juan Bosch.
Medina, quien ya ocupó la presidencia de la República durante dos períodos, dejó un legado controvertido que incluye acusaciones de corrupción, un manejo cuestionable de la economía y una creciente desaprobación social. Reiterar su liderazgo al frente del PLD es, por tanto, un signo de desconexión con las realidades del país y de las demandas de la ciudadanía. El PLD parece ignorar que su base está clamando por un cambio, no solo en la figura del liderazgo, sino también en la dirección ideológica y en la manera de hacer política.
Este regreso de Medina al liderazgo del PLD podría intensificar las divisiones internas y alienar aún más a aquellos militantes que abogan por una renovación. En lugar de avanzar hacia una nueva etapa que rescate los principios boschistas de justicia social y ética en la política, el partido se aferra a figuras del pasado que han sido incapaces de adaptarse a un panorama cambiante.
Además, esta decisión refuerza la percepción de que el PLD se ha convertido en un partido de elites desconectadas de la realidad del pueblo. La falta de apertura a nuevas voces y líderes jóvenes no solo es perjudicial para el partido, sino que también erosiona la confianza de los ciudadanos. En un país donde la insatisfacción social es palpable, el PLD está cerrando la puerta a la innovación y a la posibilidad de ofrecer respuestas efectivas a los problemas actuales.
En definitiva, la elección de Danilo Medina como presidente del PLD no solo es un error estratégico, sino también una traición a los ideales que llevaron a la creación del partido. Si el PLD desea recuperar su relevancia y legitimidad en la política dominicana, es urgente que reflexione sobre sus decisiones y busque alternativas que realmente representen los intereses del pueblo. De lo contrario, el camino hacia la irrelevancia será inevitable.